Ni Dios quiera
Fue al Baazar del Sábado a ojear joyas que quedan bonitas a las mujeres en general, pero que no son para ella en particular, no son para su cuello o sus orejas, menos para su bolsillo.
Entre piedras y joyas se escurre por su atención una conversación ajena; una señora colombiana o venezolana pregunta por un producto. Intercambian un diálogo sobre las propiedades de la piedra y su origen veracruzano y la que atiende dice: Un gusto, a su orden, señorita. La señora responde: “¡Ni Dios, quiera!”, ríe con la encargada y le cuenta todo a su hija, una manganzona de +30; “menos que no, señorita yo, ¿a mi edad? jajajaja”
Madre e hija rieron, felices, claro, porque la señora tenía una hija y la hija tenía un anillo en el dedo anular. Qué ganas de reír con ellas.
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